Cocó. 21 por ahora. Sin gatos, la mayor de una colección de tres hermanas, adicta a las variaciones del té con canela, fumadora más que social, emotiva. De creatividad lluviosa y nublada, de risas despejadas y calurosas, desapegada y enraizada en cosas que no debería, pequeña de estatura, desenterrando a la otra que se revolcaba de risa y no tenía miedo a hacer el loco, pescadora de recuerdos, friolenta y feliz dentro de todo.

lunes, 20 de julio de 2015

{No puedo evitarlo} Estaba leyendo "El pasado", de Alan Pauls, pero tenía que volver constantemente al comienzo, llegaba al capítulo ocho sin entender un carajo, y no porque fuera un texto complejo, sino porque habían recuerdos latentes después de cada frase, así hasta que me envolvió un recuerdo púrpura, un recuerdo de un invierno de hace un par de años, cuando mi vida estaba en el equilibrio perfecto y hasta podría decir que era feliz. Mi recuerdo nace frente a la costanera, de noche, yo vestía mi abrigo violeta, él su parca café oscuro, las manos entrelazadas, separadas levemente por guantes naranjas. 
Caminábamos lento subiendo la cuesta que lleva desde la costanera nueva al museo, me contaba sobre sus clases de pintura. La niebla nos hacía abrazarnos más de lo usual y la conversación importaba poco, yo estaba tranquila sosteniendo mi cabeza en su pecho. Tenía frío, un frío que al volver a este lugar no pude soportar de igual manera. El frío nos hacía caminar para entrar en calor, cruzamos el puente, nos paramos a la mitad, sin imaginar que unos meses después estaríamos en la mitad de otro puente, de otra ciudad, de otro país... Llegamos esa vez a su casa, me quité el abrigo y me metí en su cama, apagó la luz. Puso música, Mogwai, a mi me encantaba... Hicimos el amor largamente, y como tradición, llovía mientras nos abrazábamos hasta dormir. Era perfecto.
Ese día era como cualquier otro en nuestras vidas, pero por algún motivo no se me ha olvidado y de vez en cuando vuelve a hacerme cosquillas y me hace sonreír. No es nostalgia, no es amor, no es tristeza, es como una fotografía de mi felicidad en un cuadrito en movimiento, un poquito de sabor al rostro insípido que me parece hoy al verle, me dan ganas de acariciarnos con el mismo amor que antes, o al menos con las mismas ganas, pero nos hemos gastado la alegría. 

Vuelvo a ser como antes; un puñado de silencios insoportables e incomprensibles para el resto de humanidad que a propósito o por accidente ocupan el derredor. Vuelvo a encontrar esa magia en las esquinas, en esos puntos tan ciegos como videntes, esos puntos estratégicos que juegan con la desición y las oportunidades, con el rumbo y la causalidad. 

Incendié un pasado de malas decisiones, de verbos mal conjugados, de reducirme de un entero para ser la mitad de un alguien, de mala suerte, de accidentes y provocaciones, de fijaciones inútiles y de números pares. Me dediqué a quemar recuerdos de fecha caducada, recuerdos incompletos, borrosos o desagradables, recuerdos de mentiras,  decepciones, de lágrimas que han cumplido con su ciclo. 

Vuelvo a preocuparme por mí y por los demás en lo secreto. Vuelvo a entregarme a algunos placeres culpables, volátiles y arrepentibles. Me despido de la alegría rebosante de mi rostro y en consecuencia, también de la tristeza. Me desprendo de las cargas que el destino logró sujetarme y renuncio a poner los sueños de los otros como límite para cumplir los míos.

Vuelvo a ser indiferente, despistada y precisa. Me cansé de lo agotador que es estar de acuerdo con el mundo, de intentar darle la mano a alguien que no la quiere recibir, de empatizar con gente herida de sí mismas, de dármelas de heroína y querer hacer feliz a todos. Me cansé de que la gente se fije más en lo que hago mal que las cosas que hago bien, de la ignorancia de la gente que juzga, de la flecha fácil del prejuicio, de que la vía pública sea un campo de batalla todos contra todos-sálvese quien pueda. Me cansé de la gente con el corazón duro, de la gente que le teme a los abrazos y a las relaciones. Y en consecuencia, decido retirarme a un mundo donde no todo gira en torno a mí, si no que yo giro en torno al mundo que yo elijo.

Decido que mi corazón se tome unas vacaciones,  que la dieta de la vida se presente durante su ausencia, que los recuerdos se queden congelando hasta cuando hagan falta, que las ventanas sirvan de escape, que la sonrisa decida nacer según los momentos. Me niego rotundamente a aceptar que los que ayer eran amantes hoy sean extraños. Me niego a sufrir por las cosas que no tienen remedio, me prohibo arrancar sin enfrentar, y decido retirarme para volver a luchar con más fuerzas una próxima vez. 



domingo, 22 de febrero de 2015

La vida de pronto se puso seria. Toda esa alegría infantil que me poseía se fue dosificando hasta desaparecer. Las responsabilidades se multiplicaron y por primera vez, supe que era la frustración. La sonrisa me hacía doler la cara y el pecho, no estaba triste, estaba cansada, no estaba aburrida de vivir, estaba demasiado ocupada en crecer y ser útil a esta sociedad egoísta. 
Estoy cansada de tener que comenzar de cero, de volver, de terminar y volver otra vez. Estoy cansada de sentir que tengo que dar explicaciones sobre mis placeres y mis culpas. Estoy contenta de sentirme tan como la mierda porque es una de las formas en las que continuo conociéndome. Y estoy contenta de engordar unos kilos y mirar la playa, de soltar una carcajada donde no hay nadie más que yo. Estoy contenta de estar triste y llorar hasta dormirme, despertar con la cara hinchada pero con el corazón tranquilo.
Estoy contenta de poder escuchar a los demás sin pensar en mí misma y poder dedicarles mi atención. Estoy contenta de haber encontrado estos tres discos que me revolotean adentro y me hacen acabar de emoción. -
(8) Mi amor no tiene esperanza aunque te esperará, mi corazón se amansa, mi amor no tiene venganza, aunque te matará, este viejo no se cansa, siempre te perseguirá.(8)


domingo, 30 de noviembre de 2014

Ojalá hubiese nacido en Japón. 
Ojalá hubiese sido blanca. 
Ojalá un poco más alta. 
Ojalá mis padres se hubiesen amado en serio. 
Ojalá mamá no pensara en matarse tan seguido.



sábado, 29 de noviembre de 2014

Ya no me acordaba como se sentía estar completa, sentirse completa. Tampoco me acordaba del vacío, porque al estar tan hundida en lo oscuro, mis ojos ya se habían acostumbrado y lograba ver. Es por eso que cualquier asomo de alegría me volvía ciega y torpe, me ilusionaba de mil maneras, y en secreto, temía dejar mi oscuridad atrás.

Ni si quiera distingo hoy la diferencia entre vivir con un propósito o sobrevivir al día a día. Debe ser porque ya no me acuerdo. Lleno las baterías humanas de propósitos humanos para vivir los días como un humano corriente. Miro desde el bondi al resto de humanidad que va quedando en cada caminante y sólo veo pasado, infestando miradas y cuerpos cansados. 

Conocí la duda junto con la oportunidad. Cada sábado se veía más lejos del siguiente. Los gemidos se agrupaban en las paredes como un panal de placer, un deleite tan temporal como el orgasmo. Mi propósito a veces fue ser feliz, otras alcanzar la cumbre de lo sexual, y otras sólo hacer eyacular a mi hombre. Mi propósito era cada vez más carnal, y por consiguiente, el vacío que generaba acrecentaba una sed de lo espiritual, eso que no no tenía, ni buscaba, ni tenía ganas de encontrar, pero que necesitaba.

El enjambre de pensamientos que atestaban mi mente la hacían cada vez menos acogedora, y el porcentaje de desmotivación y desvinculación de mi misma aumentaban.
El espejo se había vuelto en ese entonces mi mejor enemigo, al menos al que más seguido acudía para hacerme sentir peor de lo que estaba y relajarme pensando que antes había estado mejor.

La muerte invadía mi casa, mis pensamientos y los pensamientos de los míos. La muerte estaba tan presente que nadie hablaba sobre ella, pero con ella todos eran concientemente indiferentes. 

Me vi envuelta, -y a veces aún me veo- en un caos interminable. No lo entiendo, no me parece que sea sano, me parece común, pero no normal. Somos millones de personas alimentando un vacío interminable e incomprensible. ¿De donde nace? ¿Por qué tienen que condicionarnos nuestras vivencias? ¿Por qué cargamos el pasado que a veces ni si quiera recordamos? ¿Por qué esa tendencia a la muerte? ¿Por qué no encontramos más cosas buenas por qué vivir? ¿Por qué tenemos que sufrir cuando amamos? ¿Por qué tenemos que perdernos y tocar fondo para encontrarnos?

Siempre pensando en que eso que nos falta es la causa de nuestra infelicidad, y recién cuando lo conseguimos, nos damos cuenta de nuestro vacío, de ese vacío que tratamos de alimentar con una pobre y mediocre ilusión para no enfrentar aquello que no sabemos qué es pero que sabemos que está.

Me dan ganas de gritar y patear y golpear y matar y decir QUE VIDA DE MIERDA. Pero sé muy bien en el fondo, que cada uno es protagonista de su  propia vida y sí que hay cosas que escapan de nuestro control, pero somos incapaces de soltarlas. 

martes, 14 de octubre de 2014

Cuando leemos  el manifiesto Dadaísta, nos damos cuenta de la panorámica que Tzara nos ofrece, la cosmovisión acerca del pensamiento sobre el arte y la belleza y que a la vez reflejan los momentos que caracterizan a la vanguarda. Para explicarlo se establecen dos tipos de dimensiones en las cuales el arte o la institución-arte se desenvuelve.
Una es la destructiva o negativa, del cual nos afirmamos en el momento nihilista de la vanguardia, y es esta un planteamiento en el cual el principal factor no es destruir sólo por hacerlo, sino que en su trasfondo la crítica de Tzara es generar una alternativa de arte diferente a la establecido, a lo viejo y a lo formal.
Después hay otra dimensión que vendría  a ser la constructiva o positiva con las cuales hace propuestas para superar a la cultura Europea. Como por ejemplo construir sobre lo que ya estaba hecho, a lo cual llamó ready-made. O poder salirse de la teoría y crear a partir del azahar.
De la dimensión negativa se desprende por sobre todo lo que se llamó el asco-dadaísta, que tiene que ver con lo que se entendía de belleza y el concepto mismo de éste desde la época renacentista, ese culto a la belleza como si fuese religión. En esto dada se autoproclama anti-artístico, anti-literario y anti-poético. Es aquí en donde se desarrolla claramente el momento antagonista en ésta vanguardia.

sábado, 4 de octubre de 2014

No, no entendía... ¿Por qué tengo que cansarme cuando se trata de hacer lo que me gusta? Para empezar a entenderlo, tenía que empezar a hacer una lista de las cosas que me gustan... Empezando por leer, escribir, comer, caminar, conversar, pensar, escuchar, dormir, soñar... todo de mayor o menor manera significaba un esfuerzo, pero claro... era un esfuerzo que pasaba desapercibido, porque yo lo elegía, porque no me era designado... o al menos no siempre.

Mientras más leía, más rápido la magia iba desapareciendo, y era loco, porque yo pensaba que iba a ser todo lo contrario... 
Ya iba entendiendo un poco más, iba descubriendo más, ya sabía qué era lo que me gustaba y lo que no y por lo tanto, mi ojo era más crítico, y muchas veces mi crítica era dura, o pensé que era pobre y no me atrevía a compartirla...

Después entró una duda, si yo no me considero una escritora hecha y derecha, ¿Puedo criticar a quién lo es? Esa pregunta estaba siempre presente a la hora de emitir en voz alta algún juicio... Quería valorar el trabajo del otro, no quería desmerecer a nadie.. pero ¿Era eso bueno? ¿Fomentar un trabajo mediocre, como el mío? ¿Sería bueno que yo siga escribiendo mal y que a cambio de la confianza que significa compartirlo me den sólo felicitaciones falsas, por compromiso, por vergüenza o timidez? Creo que no...

Es por eso, que hoy no disfruto tanto cuando leo, no disfruto tanto cuando escucho, ni cuando me leo. No disfruto porque estoy siempre analizando, y sé que eso también está mal. Lo bueno es que todo eso me nutre como ser viviente, como ser empírico, como ser emocional. Las veces en que más disfruto, cierro los ojos, imagino, vuelo, dejo que aquello influya en mi, en mi estado, en mi cuerpo, en mi mente, es ahí entonces cuando el arte cumple su función en mí. Porque el arte no se hizo para ser estudiado,  se hizo para verter lo que uno es, lo que uno ama, en un material al que otro pueda acceder. 
Hoy sé, que antes de verter hay que aprender, que si la técnica existe es para guiarnos, no para limitarnos, y que si elijo mostrar no es para que nadie aplauda, es para yo empezar a ser. Y es que uno sólo es cuando hay un otro...